Me licencié en farmacia porque me apasionaba la salud humana y las plantas medicinales, pero al empezar a trabajar en oficinas de farmacia me di cuenta de que no era mi lugar.

Hice el FIR para empezar a trabajar en hospitales como microbióloga e investigadora pero después de 7 años en hospitales públicos tuve claro que mi manera de concebir la medicina distaba mucho de lo que el sistema convencional ofrecía. 

Pasé mucho tiempo consulta con médicos en la unidad de digestivo y fui consciente de la cantidad de mujeres que sufrían de desajustes hormonales y de fertilidad. Pero la solución que se ofrecía siempre era la misma: MEDICACIÓN Y HORMONAS.

Durante mucho tiempo pude observar y vivir la frustración de mujeres que no encontraban solución y consuelo en sus problemas de salud femenina y de fertilidad. 

El papel de estas mujeres en la medicina alopática siempre era pasivo e infantilizado, como si la mujer no tuviera la capacidad de hacerse la protagonista de su cuerpo y su salud fértil.

Quería ayudar a las mujeres desde una visión más amplia y respetuosa con su cuerpo

Empecé a buscar otras respuestas para guiar a las mujeres a que vivieran una salud y sexualidad mucho más plena. Y eso me llevó a zambullirme en múltiples estudios: nutrición funcional, medicina integrativa (PNIE), método sintotérmico y yoga terapéutico. 

Empecé a acompañar y a transformar la salud de cientos de mujeres. Muchas de ellas lograban su objetivo de equilibrio hormonal o de embarazo desde un enfoque amable, natural y consciente. 

Todos estos aprendizajes ampliaron considerablemente mi visión de la salud femenina y se acercaban mucho más al enfoque que quería ofrecer a las mujeres, pero algo seguía faltando en la pieza del puzzle. 

Tras ser madre, fui consciente de la fuerza inmensa y poderosa que atraviesa a cada mujer y la hace imparable. Descubrir esto me introdujo en un viaje sin retorno mucho más profundo hacia esa pieza que faltaba a mis espacios: el Tao femenino y el tantra.